Nazco en Barcelona el mismo año en que se estrena una de mis películas favoritas: The Sweet Smell of Success (Chantaje en Broadway), de Alexander Mackendrick. La Unión Soviética y los Estados Unidos continúan jugándose el mundo en su imparable “guerra fría”. Paul McCartney y John Lennon se conocen en una fiesta y deciden empezar a tocar juntos.
Estudio los primeros cursos de periodismo antes de trasladarme a Menorca, donde resido durante unos años y desempeño oficios que apenas tenían cabida en mi imaginación. De regreso a Barcelona estudio fotografía y esa será mi profesión a lo largo de dos largas décadas.
Apenas me recuerdo sin escribir. En plena juventud, incapaz de finalizar un relato, tiré demasiado pronto la toalla. Pasados los años -casado, divorciado y padre de una hija-, uno de esos golpes que da la vida me empujó de nuevo a la escritura. Desde entonces, no he soltado el bolígrafo (negro) de la mano y escribo porque no puedo dejar de hacerlo.
Brendan Walsh, ignorado escritor irlandés, en continuo contraste con el mundo turbulento que le ha tocado en suerte, dejará por escrito sus deseos de paz y los hechos que ordenaron y desordenaron su vida, con la misma pasión que narrará el horror y el abismo al que parece abocarse la humanidad durante la primera mitad del siglo XX. Un paseo por el amor y la muerte alejado de toda épica.
*FINALISTA PRIMERA EDICIÓN DEL PREMIO DE NOVELA HISTÓRICA DOÑA URRACA
Caído en desgracia. Aparcado en el ostracismo. De una actividad frenética al vacío. Del amor al odio. Aún joven y ya
viejo. Su mundo se ha venido abajo y Ray lo contempla pasivo, sin aparente esperanza. Pero nada suele ser lo que parece. Y su
caso no es una excepción.
Las horas pasan en un letargo premeditado e inútil. Hasta que abre los ojos y el mundo gira de nuevo. Su belleza y sus miserias lo arrancarán de una voluntariosa indolencia...
Madame Martine fuma apoyada en la baranda de la terraza. En su boca persiste el frío
anisado del Ricard. Las olas rompen sin hacer ruido. Como de costumbre, los
pensamientos no le dan tregua.
Sabe que Maurice la contempla desde la habitación.
Siempre lo sabe.
Los gritos de los niños españoles la arrancan de su ensimismamiento. Corretean sobre
la arena, como todas las tardes. No se ve a nadie más en la playa. Su madre los vigila
mientras extiende ropa mojada sobre la vegetación de las dunas. Es una mujer
hermosa que se comporta como si no lo supiera. Desprende la serenidad que a ella le
falta.
Odia aquel país atrasado, luminoso y oscuro, de sensuales playas vacías y de gente
vestida de negro. Lo odia casi tanto como lo ama.
Leo ha sabido jugar sus cartas. Tiene una esposa exquisita y una hija adorable. Le gusta su trabajo, gana dinero más que suficiente y vive en una casa con jardín alejada del ajetreo del centro de la ciudad. Además, Leo es sensible, conoce el dolor del vacío y el antídoto de la belleza. Y, aunque todo se muestra inamovible, no deja de perseguir un sueño. Leo quiere que todo esté bien. Pero sabe que no existe la vida perfecta, aunque la suya lo parezca. Y sabe que hay límites que no se deben sobrepasar. ¿Lo sabe...?
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Telmo es pequeño y silencioso. Vive en una ciudad antigua y quieta. Su familia,
como tantas, busca prosperar y dejar atrás un pasado de destrucción y de odio.
A Telmo cualquier mundo le queda grande, o tal vez pequeño. Su refugio es su
interior. Y los libros su alimento.
Una historia de otra época… Cierto.
Una época inmóvil y gris, en las que las elecciones son muy limitadas.
Una época de individuos que ansían y temen a partes iguales la libertad que se
les escatima.
Una época en la que se tolera mal al diferente.
Una época en la que el pensamiento quiere ser único.
Una historia de otra época… Por supuesto.
(Texto de la contraportada)
Telmo García Villanueva nace en la posguerra. Es un ser singular perdido en
un mundo hostil, que conocerá el afecto verdadero de un hombre y de una
mujer capaces de comprender sin juzgar.
Una mente que no descansa.
Un mundo apuntalado con argumentos oportunos y
excusas precisas.
Una labia de la que se sirve sin remordimientos.
Una esposa distante. Una amante exigente.
Un terapeuta inquietante capaz de ver lo que la máscara
esconde.
Un movimiento imprevisible y brutal.
Una policía con nombre de película.
Unos acontecimientos que le llevarán al vértigo.
Mauri Silva es un tipo realmente especial.
(Texto de la contraportada)
Lo que empezó como una obra de teatro, acabó en algo parecido a un thriller
sicológico doméstico, por llamarlo de alguna manera.
Un niño que no puede dejar de ver lo que otros ignoran.
Una madre protectora y un padre ausente.
El niño es hombre y está solo. Se sabe diferente, esclavo de su irreprimible instinto de
observación.
Aparece Berta, más singular si cabe, con una capacidad infinita de quedarse atrapada
en las historias que su mente no deja de crear.
Ambos intentarán en vano aparentar una normalidad imposible. Pero un viaje absurdo
les marcará el camino de vuelta hacia su particular mundo.
El hombre se quedará solo de nuevo y hallará refugio en la casa olvidada de su
infancia, donde un secreto al descubierto dibujará su destino.
Un álbum de imágenes escritas en dos tiempos que se alternan.
Los días inacabables en la casa sobre la arena de una playa infinita y olvidada, sin
electricidad ni agua corriente, pertenecen a la infancia cuando es paraíso.
Todo es luz y descubrimiento para los cuatro hermanos, bajo la mirada constante de
una madre amorosa y tranquila. Lejos queda la grisura de la ciudad y del colegio.
El otro es el tiempo del dolor adulto, de la vida que se acaba sin necesidad, de los
sentimientos profundos, de la aceptación.
Uno amable y simple, complejo y duro el otro. Ambos intensos.
Narrado como si de una novela se tratase, no deja de ser el tributo al ser amado que ya
no está, enfrentado al recuerdo de una infancia temerosa y feliz, si es que es ese el
adjetivo adecuado.
Un contrastado retrato de vida, en todo caso.